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Gárgola

Sucedió hace miles de años, una noche oscura y pesada.

De un angel poderoso, protector de los humanos y de una mujer hermosa y valiente, nació un niño, mitad hombre, mitad ángel. En aquellos tiempos era bien sabido que entre ángeles y humanos no debía existir otra relación que no fuera protector y protegido.

Esto respondía a una situación real y era porque este niño era un nefilin, es decir, un hijo nacido de un ángel con una mujer.

Era un gigante y su vida era una mezcla de virtud celestial con maldad humana, sus poderes lo hacían incontrolable y su maldad era palpable y por consiguiente reconocida.

Tenía pasos grandes y rudos como zancadas, llegó a medir nueve codos de longitud, por cinco de anchura, él no solo era importante por su belleza incomparable, sino también por su maldad, sobrevivió entre los otros como él, su arte para la guerra lo hizo vencer a la muerte, que se llevó a todos los nefilines en el diluvio.

Estuvo cientos de años recorriendo el mundo, dejando a su paso horror y violencia.

Se sabía poderoso y su crueldad no tenía medida, decían que una noche en particular retumbaban sus pasos por las calles empredradas de París, cuentan que sacaba el ojo izquierdo de sus víctimas, y se los comía, obligandolas a mirarlo con el ojo que les quedaba.

Rápidamente la gente estaba aterrorizada, dicen que su comportamiento se debía a que sentía celos por no ser mortal, de alguna torcida manera sabía que estaba condenado, por lo que desarrolló una fobia inclemente a las personas, al verlas, sus manos sudaban y su respiración, se aceleraba dentro de su gigante cuerpo.

Una llama inundaba su torrente sanguíneo, el rechazo que sentían hacía él, se fundaba en su maldad sin motivo, llevándolo a alejarse de todos y al mismo tiempo tornandolo sediento de muerte.

Hubo un día en el que sus pasos ya no sonaron, porque ante él, llego una mujer de armadura plateada, brillaba incandescentemente, con surcos profundos y golpes en su pechera, muestra fiel y viva de haber librado muchas batallas anteriores, en su espalda, arco y flechas perfectamente afiladas, aunque pequeña, su tamaño no le restaba prestancia, de hecho, una actitud de grandeza los hacía mirarse a los ojos aún con la marcada diferencia de estaturas.

-Sabes que llevas muchas almas en tu haber, más de las que tu memoria pueda contar, tú eres su deudor y yo vine a cobrar – Dijo la mujer.

-Nadie más puede morir en tús manos, yó, soy la protectora de todo los que ves andando, la muerte llegará en su momento para cada quién, nunca más serás tú quien les diga hasta cuando-.

-Si haces lo que digo tu muerte llegará esta noche y será tú final en este paso-.

-Sino cumples estarás vivo en piedra mirando tu fobia eternamente.

-Mi nombre es Jeanne y a mí responderas por tu maldad-. Y así culminó.

Ella se fué, y él no pudo reaccionar, supo que algo era real.

Esa noche una muerte y una condena eterna, hoy esta mirando fijo a la entrada de la catedral, ha visto su fobia florecer, al tener que ver el horror y la gracia del ser humano, ha visto grandes guerras y a dos niños peleando, ha visto bodas, bautizos y rituales y aún sigue allí, una piedra inmóvil pero viva, contenida y condenada, toda la fuerza que lo había llevado a sobrevivir, terminó condenandolo, a vivir deseándola.

Eres hoy una gárgola gris, pendiente de un risco en la catedral de Notre Dame,

En donde siempre hay gente, mucha gente.

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